Postas reales, entre Córdoba y Santiago

Postas reales, entre Córdoba y Santiago

23 septiembre, 2025 0 By Pablo Donadio

La puesta en valor del viejo Camino Real, recuperado en las dos provincias, permite revivir el paso de chasquis, patriotas, soldados y comerciantes de todo tipo, pero también disfrutar hoy de estancias turísticas, ferias, comidas típicas y festivales.

Cuentan los libros que el Camino Real supo unir a Buenos Aires con Lima (Perú) en tiempos del Virreinato del Río de la Plata, y en sus más de 3000 kilómetros originales, fue la gran vía de comunicación para el comercio, las noticias y los movimientos revolucionarios. Muchos de sus tramos, todavía hoy de tierra y ripio, vieron nacer parajes que hoy son pueblos y ciudades. Un camino que además del oro del cerro rico del Potosí, atesoró la pasión de patriotas con ideas de libertad, y por eso algunas casonas aún recogen valiosos documentos históricos y otras son directamente museos, como el que cuenta dónde le robaron las actas originales del Tucumán de 1816 al chasqui de la Independencia.

Postas que valen oro

El tramo cordobés incluye 16 sitios desde Colonia Caroya hasta posta Pozo del Tigre, al límite con Santiago, provincia que retoma 7, desde Loreto (al sur) hasta su capital. La gran mayoría están emplazadas cada 30 o 40 kilómetros, siempre con un río cerca para abastecer de agua a los animales, y un corral de pirca para contenerlos. Muchas de esas gruesas paredes de adobe aún pueden verse, rotas algunas, más cuidadas otras, enmarcando galerías con columnas y techos a dos aguas. Cuentan que, en tiempos de Virreinato, siempre había allí un “maestro de posta” cuyo rol era saber leer y escribir, y niños “postilleros” que ayudaban en las labores del equipaje. Caudillos, ejércitos patriotas, conquistadores, arrieros, comerciantes y misioneros fueron dejando su huella, hoy recogida por distintos emprendimientos privados y estatales. Portador de mensajes y noticias, aquí supo brillar la figura del chasqui, y poco después, en tiempos de la Independencia, sumándose mejores hospedajes para viajeros y comerciantes, buenos herradores para asistir caballos, y almacenes donde comer y beber. En ellos había lugar también para la recreación, como recuerda la zamba de la Rubia Moreno, la intrigante mujer que comandaba su propia pulpería.

Desde Córdoba

La travesía cordobesa arranca por Colonia Caroya, donde la capital local del vino y los chacinados ofrece sus estancias relucientes. Caso similar ocurre con la ex Chacra de Guanusacate, hoy Jesús María, también con varios hospedajes de lujo. Pero no es una constante en los 16 hitos del tramo que ladea la RN 9, parte de la RN 60 y la RP 16 por 178 kilómetros. Hay también parajes que parecen nada, con simples monolitos, esculturas o carteles que dan alguna indicación, pero que pueden dejar con la boca abierta a muchos: “Bajo su sombra estuvieron José de San Martín en 1816, Facundo Quiroga en 1835, y usted, hoy”, dice un cartel junto al añejo algarrobo de Los Talas. La capilla de Sinsacate, donde fue velado Facundo Quiroga, el “Tigre de los llanos”, emboscado en Barranca Yaco, es una interesante y siguiente posta, que junto a Villa del Totoral concluyen una primera parte.

Tulumba, que al estar en medio del recorrido es algo así como la base de operaciones para informarse y realizar la visita de Sur y Norte, y viceversa, nos regresa a los buenos hospedajes, coquetos restaurantes y paseos como el Cristo de la Cumbre. Macha, Intihuasi, Santa Cruz, San Pedro Viejo y San Pedro Norte, pasan con reminiscencias de los ejércitos independentistas y ruinas en muy buen estado. San Francisco Viejo es de los más antiguos asentamientos, y su impresionante monumento es referencia de la muerte del caudillo y gobernante entrerriano Francisco Ramírez, asesinado en 1821. Antepenúltima, la posta Las Piedritas fue el lugar donde se detuvo el ex virrey Santiago Liniers en su huida, mientras San Francisco del Chañar, antiguo pueblo del marqués de Sobremonte, ofrece un centro de interpretación. El final llega con Pozo del Tigre, llamado así por la cantidad de yaguaretés que habitaban allí. Esta última posta conserva intacto un dintel de algarrobo, que se erige orgulloso y lustrado, contando: “1771”.

Santiago querido

Por la extensa dimensión del tramo santiagueño, la puesta en valor se ha reducido a siete postas, logrando un importante desarrollo turístico desde el sur hasta Santiago Capital, en un tramo de unos 100 kilómetros. Desde la musical Villa Atamisqui, se visita Loreto -Villa San Martín- con su singular patrona de la aviación, y Sumamao, que reluce en los libros como antigua administración del gobierno. “Una de las mayores novedades es la ampliación de la capilla de la Virgen de Monserrat de Villa Silípica, y 500 metros adelante, la construcción de un templo en honor a Mama Antula, declarado santuario arzobispal, lo que ha traccionado un importante flujo turístico”, afirma Rodolfo Legname, ex responsable de Cultura de la provincia. Habla de la canonización de María Antonia de Paz y Figueroa, que ha generado un revuelo en todo Santiago, acaso como el de Brochero en Córdoba. Allí, además, subsisten algunas usanzas que también convocan visitas, como la fabricación de erkes, utilizados en las procesiones, y las famosas “Vivas” y “Corridas”, singulares carreras de promesantes a pie, en homenaje a sus patronos.

Casi en triángulo, y a pocos kilómetros, aparece Tuama con una pequeña capilla, y luego la feria de Upianita, en cuyo patio se ven esculturas, se disfruta de comidas típicas, se pasea en sulky, y cada sábado se baila hasta no dar más. Con más discreción, pero en línea, aparece Santa Rosa Salvaje, un espacio agrícola que brinda talleres corporales y encuentros artísticos. Mismo caso es el de “El patio” monogasteño, otra peña folklórica que los viernes se enciende dispuesta a recibir artistas y exposiciones con productos y actividades locales. “Creo que éxitos como el patio del Indio Froilán González han generado otros similares, con la idea siempre presente del encuentro, de la fiesta hogareña con música y baile, y bajo ese concepto tan santiagueño de casa abierta al visitante”, concluye Legname. Finalmente, el último mojón antes de la capital es el Museo Ashpap Rimainyn de San Pedro, que en quichua significa “Voz de la tierra”. Gestado, organizado y atendido por su propia comunidad, es el portal de bienvenida para quien visita el tramo desde Santiago, o el cierre de un camino intenso, disímil, y que invita volver, para los que venimos del sur.