Fuertes y felices
El futuro es una incógnita. No sólo a nivel laboral o profesional sino también personal ¿Qué nos depara el destino? ¿Y a nuestros niños? ¿Estaremos educándolos para un mundo versátil, complejo y desconocido?
Ser mamá o papá duele. No queremos que nuestros hijos salgan lastimados y en cambio queremos que todos los acepten. Que no cometan errores, aunque sabemos, es imposible. Cada uno tiene su camino y no podemos remover todas las piedras. Lo que sí podemos hacer es enseñarles qué piedras vale la pena pisar, y cuáles esquivar. O qué hacer cuando tropezamos para levantarnos más fortalecidos. Crecer implica cometer errores, pero a partir de ellos podemos ayudar a nuestros hijos a desarrollar resiliencia, para que esos desafíos u obstáculos los vuelvan más fuertes y estén mejor armados para una vida llena de sorpresas.
Capitalizar los fracasos
Debemos enseñar a los chicos a fracasar ahora para que capitalicen los fracasos. Si no, serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus habilidades para esforzarse y tener éxito. Hay que inculcarles “grit”. Grit, que no tiene traducción al castellano, es una combinación de esfuerzo, perseverancia y pasión. Pero sostenida en el tiempo.
Trabajar las habilidades blandas, esas que se basen en cómo nos comunicamos y relacionamos, será fundamental para que nuestros hijos puedan tener una vida mucho más satisfactoria, interesante y feliz. Ayudar a nuestros niños a que comprendan cómo piensan, sienten, eligen y se relacionan con los otros es la clave para que puedan conocerse, autorregular sus emociones y trazar un maravilloso camino delante de ellos. Y, por sobre todas las cosas, contribuir para que tengan un despertar espiritual que les permita ser personas de bien y contribuir positivamente con la comunidad.
Diferencia entre criar y educar
Educar implica más tiempo, más paciencia y estar más en el “aquí y ahora”. Es conciencia plena. Es librar nuestras propias batallas como adultos para poder estar calmados, enfocados y conectados al momento de tener que corregir conductas en los niños. Con tanta multi-tarea, estar presentes en la vida de nuestros hijos pareciera a veces ciencia ficción. Y otras veces, aunque estemos presentes físicamente, tal vez no lo estemos emocionalmente ¿Cuántas veces los abrazamos pero tenemos la mente en otro lado? ¿Cuántas veces escuchamos que nos llaman y les decimos “Esperá un momento”? Hoy sabemos, gracias a la ciencia, que desarrollar la generosidad, por ejemplo, hace que nuestro cerebro segregue neurotransmisores antidepresivos. O que cuando les enseñamos a enfocarse en el proceso y no en el resultado mejoramos su resiliencia frente a los acontecimientos impredecibles. O que el retraso de la gratificación mejora las funciones ejecutivas y las capacidades cognitivas necesarias para controlar y autorregular la propia conducta. La amabilidad, sin ir más lejos, hace que se modifiquen algunas áreas del cerebro. Hoy no sabemos qué carreras ni qué profesiones van a estar disponibles cuando crezcan, pero podemos intuir que muchos oficios se volverán obsoletos al reemplazarse por máquinas o tecnología, lo que nos dará mucho tiempo libre. Enseñarles a pensar, crear, innovar y a levantarse con rapidez de los obstáculos o errores se convierte en algo importante a trabajar en casa y en la escuela. Ser padres implica que nuestros hijos pondrán su mirada en nosotros, en cómo pensamos y actuamos. Ser conscientes de esto nos conecta más con la responsabilidad de rescatar nuestra mejor versión ¡Pero a no preocuparse! A ser padres se aprende, y no existe ni el padre ni el hijo perfecto. Todos queremos ser fuente de inspiración para ellos, pero a veces, el trajín del día a día, hace que eso se convierta en una tarea difícil. Sin embargo, si ponemos nuestra atención en brindarles lo mejor que tenemos para dar, no importa cuántos errores cometamos, siempre va a haber una nueva oportunidad.