El poder de la ambición

Contrario a la mala fama que se le adjudica, la ambición es el fuerte deseo de conseguir una cosa muy difícil de lograr.

Antiguamente se entendía por ambición algo que dañaba a las personas, que era malo, un sentimiento negativo. Recuerdo en mi paso por el colegio en La Plata, donde nos enseñaban a ser humildes, con los años entendí, que humildad no es ausencia de abundancia. Con la misma lógica, creo que ambición no implica avaricia. Todo lo contrario: la ambición muchas veces se orienta al beneficio de los otros. Johann Wolfgang von Goethe, el dramaturgo, novelista, poeta y naturalista alemán, contribuyente fundamental del Romanticismo, afirmaba que el amor y la ambición son las “alas de las grandes acciones”. Así los antagonistas caos y orden pueden equilibrarte, desafiarte, y hacerte descubrir el valor de la calma.

Amplificar horizontes

Si la ambición y el amor son las alas de las grandes acciones hay que encontrarle sentido y causas que nos guíen a través de la adversidad. Por eso la ambición es un buen guía que incita a superar las cosas feas, y muchas veces hace perder el miedo, saltar al vacío una y mil veces para vivir nuevas experiencias dando paso al deseo de querer conseguir algo. Permite también amplificar los horizontes, las causas y los propósitos, y hacerlos mucho más grandes. Ambicionar algo implica sentir que sí podés, acaso como un motor que impulsa y motiva a conseguir lo que te propongas. Eso demanda mucho esfuerzo, no aflojar nunca, pero te da fuerzas para escuchar, para acompañar y ponerle un norte a tu vida. Los budistas, que siempre predican la humildad, hablan a favor de una ambición sana para lograr ser mejores personas cada día. Por eso te invito a pensar cada día en nuevas metas, a trabajar para alcanzarlas y hacer crecer tus deseos de ser mejor persona.