El quinto elemento

El quinto elemento

19 mayo, 2022 0 By Pablo Donadio

Agua, tierra, aire y fuego se encuentran, potencian y disfrutan en las sierras cordobesas. Un recorrido por los dos grandes cordones montañosos, sus pueblos y ciudades, donde múltiples actividades les dan vida. 

Córdoba sigue demostrando desde sus legendarias e inabarcables sierras que nada está del todo visto, y por eso acaso sea aún la provincia mejor desarrollada a nivel turístico, donde las opciones de veras no se agotan. Una visita a los valles de las Sierras Chicas y Sierras Grandes, con el foco en los elementos de la naturaleza, donde el hombre no sólo es partícipe, sino una pieza clave del entorno. 

Dominios del viento

Ladeando Las Gemelas, donde Capilla del Monte se vuelve inmensa, el fresco en la cara es un regalo. Eje de las Sierras Chicas, esta ciudad da para todo, y su aire puro hasta se vende en frascos que, aseguran, poseen su calma y su poder. Este cerro, que enfrenta al Uritorco, es sede de cabalgatas pueden contratarse en la ciudad, con la alternativa de la visita diaria o una travesía más extensa hasta el dique Los Alazanes, almuerzo campero incluido. En una u otra salida prima una comunión distinta con la montaña, sus tiempos y paisajes, y una respiración profunda. Quebrachos colorados, molles, talas y algarrobos visten los senderos que sólo los baqueanos conocen, y apenas hay que hacer frente al vértigo en alguna ladera que arrima a los 1.800 msnm. El resto, es puro placer. Mate, quesos y salames, charla amistosa, silencio, mientras algún cóndor sobrevuela, dueño del cielo. De bajada ya ponemos el GPS a Mina Clavero, destino consagrado de las Sierras Grandes, donde las Altas Cumbres y el paraje Niña Paula han recibido ya a la Copa del Mundo de Parapente. Custodiados por el azulado Champaquí, los pilotos allí inician el despegue en Río de los Sauces, volando sobre la sierra y el balneario que poco a poco se instala como destino turístico durante todo el año. Desde el pueblo hay que salir 10 minutos hasta la cara del cerro, donde constantemente hay grupos de parapentistas que toman la térmica hasta elevarse. Lo que sigue es un espectáculo: giran, suben y bajan, encaran el cerro y se vuelven, y buen rato después surcan los arroyos y matas achaparradas hasta despedirse del aire serrano. 

La tierra por dentro

Si el valle y la quebrada retienen la respiración, los túneles inmortalizan Taninga. Cerca de Mina Clavero, las Sierras Grandes conducen también al elemento tierra en toda su dimensión. Poco transitado, el cordón que comunica Córdoba con los famosos Llanos de La Rioja cuenta con algunos ascensos para trekkers y buenas tomas fotográficas, aunque vinimos aquí por algo más de adrenalina, y las bicis de montaña son una buena forma de redescubrir los cinco túneles y puentes colgantes que traspasan la sierra de Pocho. Pasar a toda velocidad, probar los frenos traseros y aventurarse a algunos saltos en esta obra de ingeniería vial vanguardista, levantada con tesón (y muertes mediantes) por miles de trabajadores desde 1930, hace comprender por qué fue declarada una de las Siete Maravillas de Córdoba. 

Hacia el norte las Sierras Chicas también guardan su secreto bajo tierra. Tomando la RP15 hasta la Higuera, un camino conduce a los pagos de Pepe Pascual, heredero de una mina de historias. “Esta estancia, su sierra y el río, valen tanto como el oro. Además de la mina, hospedamos a los invitados en la casa mayor de 1870, para que puedan sentir en carne propia la historia”, cuentan. Ocurre que el abuelo de Pepe viajó en busca de un secreto que le confiaron: en las inmediaciones de la estancia jesuítica La Candelaria, el subsuelo rocoso atesoraba vetas de cuarzo aurífero en abundancia. Por ello don César Pascual, a sus 28, se marchó de su Castilla la Vieja hacia América. “Contrató baqueanos y se largó, piqueta en mano, a explorar el terreno remontando el curso del río, mientras gestionaba la instalación de un emprendimiento minero”, cuentan. Un día, al final del túnel, a fuerza de pico, barretas y mazas de acero, don Pascual encontró un bochón de cuarzo de unos 14 kilos con una incrustación de oro compacto de 930 gramos. Allí nació Oro Grueso, una mina que dio sus frutos hasta volverse más improductiva, y junto a la expulsión de los jesuitas, quedar olvidada. Hoy, confiando en la tierra, su descendencia trabaja para revivir esos tiempos de oro. 

Aguas aquí y allá

No hace falta llegar a Mar Chiquita, o Mar de Ansenuza, para hablar de agua. 

Con 8000 km2, esta laguna ubicado al noreste de la provincia y en el sudeste de la provincia de Santiago del Estero, es la mayor superficie lacustre de Argentina y alberga una fauna que consagrada como un tesoro, motivo por el cual tramita su transformación a Parque Nacional. Pero en inmediaciones de las Sierras Chicas, el dique El Cajón aporta lo suyo también con el embalse del río Dolores, concluido en 1993 para abastecer a Capilla del Monte, y ofrecer también navegaciones, pesca y días de camping. Desde su estreno cobró importancia turística, y si bien no se puede salir en embarcaciones a motor, permite la práctica de vela, canotaje y windsurf, así como probar suerte con carpas y pejerreyes, y disfrutar el agua desde su paya, reposera y mate en mate. Lejos de allí, pero continuando esos mismos mogotes hasta Traslasierra, el río Chico de Nono, un cauce menor pero sumamente cristalino, regala su vegetación a uno y otro lado. Caminar los 5km desde el pueblo hasta el Museo Rocsen (imperdible) no es un desafío menor en cuanto al ejercicio. Como premio, disfrutar de improvisadas cascadas y hoyas bajas para animarse al baño cuando el calorcito otoñal lo permite, es otro de los placeres de la visita a las Sierras Grandes. 

Fuego serrano

Grandes o chicas, las sierras son sinónimo de buena gastronomía. Las carnes elaboradas con horno de barro en el “hotel y spa gourmet”La Guarida en Capilla del Monte; las empañadas árabes y el asado a la estaca de la parrilla La Rueda en Salsacate; o el cochinillo de Bienmesabes en la entrada al Camino del Cuadrado, son programas que los cordobeses de buen paladar no se pierden, y de a poco se han instalado la región como una suerte de corredor turístico. Pero si las sierras se asocian al fuego lo hacen en gran parte por el cabrito, el chivito y el cordero, elaborados a la llama de manera sublime en la Fiesta Provincial del Cordero Serrano en Tanti. Con la presencia de grandes artistas en el escenario y más de 10.000 personas que bailan hasta el amanecer, turistas y familias de las zonas rurales ubicadas en las cercanías del macizo Los Gigantes lo pasan bien de veras. De este modo Tanti, un pueblo y balneario preciado, está posicionándose en toda la provincia como polo de cocina regional que perdura más allá de la fiesta, logrando que los restaurantes de la localidad ofrezcan platos con cordero serrano en todas las estaciones. Así el aire, la tierra, el agua y el fuego están presentes en estas sierras todo el año.