La montaña y su espectáculo

La montaña y su espectáculo

28 marzo, 2023 0 By Pablo Donadio

Imponente y lejana, la sierra grande va agigantándose al dejar la capital cordobesa. No se trata en realidad de uno o varios picos triangulares clásicos, sino de cordón irregular, azulado, bromoso, una suerte de escudo para pueblos y paisajes muy distintos en usos y costumbres a quienes miran desde abajo. 

Hace unos 15 años, en ocasión de una carrera de aventura donde un grupo de locos se propuso recorrer a pie 100 kilómetros hasta Los Gigantes, pude tomar dimensión del Camino de las Altas Cumbes y sus sierras grandes. Se montaron en ese entonces unos campamentos al aire libre, y recorrimos senderos y caminos de tierra en el corazón de esa cima plana e interminable. Desde abajo, esta sierra parece un muro inquebrantable, apenas surcado por la colosal ruta que une ambos lados, atravesando de manera decidida precipicios y quebradas, curvas interminables, nacientes de ríos y piedras gigantes cortadas con explosivos para abrir el propio camino. Es, sin dudas, el paisaje más deslumbrante de la provincia. Pero ocurre que arriba, justamente, cuando uno espera alcanzar un pico más o menos clásico y luego descender, se da cuenta que la cosa no es así. Una pampa inmensa e irregular alberga tanta vida natural como leyendas, entre parajes donde el agua nace de vertientes, algunas escuelas rurales se sostienen en el horizonte, y los puestos de salame campero, piel de oveja y arrope, esperan visita. Se trata de kilómetros de llanura donde el cóndor es rey, y pumas y zorros colorados merodean en las quebradas. Ríos con truchas y ranitas de zarzal, completan un escenario perfecto de equilibrio natural, en donde el hombre interviene realmente poco, y lo mejor allí es seguir así, como un privilegiado espectador. 

Planicie de altura

Hasta 1767, la región de Achala era parte del conjunto rural de los Jesuitas, pero en el siglo XIX, gracias al auge de la producción ganadera, se establecieron numerosas familias, constituyéndose así los primeros asentamientos de esta cima recortada. El Cóndor y Copina, por ejemplo, son dos parajes unidos por el viejo camino donde los piedrones y precipicios están a la orden del día, y sus puentes colgantes un point del rally cordobés, imperdible para ojos citadinos. Otro lugar para disfrutar allí es el Paraje La Pampilla, en especial por ser la puerta de entrada al Parque Nacional Quebrada del Condorito. Fundado en 1996, cuenta con una extensión de 40 mil hectáreas, y su gran atractivo es la gigantesca grieta de 800 metros de profundidad y 1500 metros de separación en la parte superior de sus paredes, donde los cóndores pueden verse de cerca bajo un imponente marco natural. Tres años después de su creación el Gobierno de la Provincia de Córdoba declaró a este parque y a una amplia zona circundante de la Pampa de Achala como Reserva Hídrica Provincial, protegiendo así uno de los recursos naturales más valiosos de la geografía local. Asimismo, la Reserva Provincial Pampa de Achala, ocupa 146.000 hectáreas, en las que se encuentran los dos cerros más altos de la provincia: al sur, el Champaquí, de 2.790 metros; al norte, el macizo Los Gigantes, de 2.374 metros.

Abrirse paso

Considerada una maravilla provincial, en 1918 se inauguró oficialmente el hoy viejo Camino de las Altas Cumbres, que une la capital cordobesa con el Valle de Traslasierra. El camino, de casi 100 kilómetros, surca por medio de puentes colgantes y pircas el corazón de las sierras grandes, y fue la única manera de unir pueblos a uno y otro lado hasta casi los 90. Producto del crecimiento de las localidades, en 1965 se iniciaron las obras de construcción del camino actual, con una traza menos sinuosa y completamente asfaltada, tarea para la cual hubo que cortar picos y laderas enteras, a puro explosivo. La obra finalizó más de 20 años después, y desde entonces miles de visitantes utilizan su trazado, a veces cerrado por la bruma o el granizo, para atravesar la provincia. El Parque Nacional Condorito, los pueblos y parajes camperos, las exquisiteces regionales, las artesanías locales, peor sobre todo el propio camino, constituye un espectáculo imperdible.  

Destacadas

Al oeste de Córdoba capital, Traslasierra regala un racimo de pueblos y comunas pequeñas y tranquilas, donde la forma de ser, de hablar, de producir, nada tiene que ver con “el otro lado”. Son más de 20 localidades turísticas, entre las que se sobresalen por comercios, hospedajes y restaurantes, Villa Dolores y Mina Clavero como centros urbanos, junto a las localidades de Nono, Cura Brochero, Las Rabonas, Los Hornillos, Villa de las Rosas, Las Tapias, San Javier y Yacanto, entre otras. En todas ellas ríos y arroyos de aguas claras y lecho arenoso son marca registrada, junto a la verde vegetación y los sabores regionales. De camino, un gran atractivo es el Embalse La Viña, una contención de 102 metros, la más alta del país, donde muchos de los ríos desembocan. Allí se puede practicar windsurf, kayak, canotaje, remo y pesca de pejerrey –entre otras especies–. Durante el verano, el río Mina Clavero y el río Panaholma son los más visitados por los turistas, con hermosos balnearios y paradores. Además de la Reserva Natural Chancaní, en donde se realizan actividades al aire libre (observación de fauna, caminatas, cabalgatas), Traslasierra propone un interesante circuito de Turismo Cultural y Religioso, con epicentro en Villa Cura Brochero, en donde desarrolló su obra cristiana el párroco José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como el “Cura Gaucho”. Y en la localidad de Nono, se puede conocer el museo polifacético Rocsen, con más de 22.000 piezas vinculadas a las ciencias, el arte y la tecnología.

Menos fama, más eco

Fundada hace casi 400 años, La Población sabe de pequeños lujos. Uno de ellos es Peperina, el reconocido restaurante creado por Juan Blasco en una vieja casona de 1870 con galería y patio repleto de hierbas aromáticas, donde los fiambres de elaboración artesanal, como el lomo curado al café, supieron marcar tendencia. Apenas al sur, el paraje Travesía cuenta con una tranquilidad envidiable, arroyos cristalinos y un marco de sierras rojizas donde finca La Julia encanta con lo suyo. Allí también, ante la ausencia de ruido y nutrido por las acequias, el pueblo cultiva “el mejor orégano serrano”, dicen. Flamante por su famoso Festival de la Gallina Hervida donde los vecinos hacen puchero bajo las parras o en el arroyo, Luyaba espera con un microclima ideal, hermosos balnearios y bosques autóctonos. A 800 metros de altura, su pueblo brota en diversas producciones y cultivos de aromáticas y plantas medicinales terapéuticas, con las que elaboran cosméticos, medicinas y bebidas como el amargo serrano. Desde su nacimiento, ligado a la Capilla San Juan de las Talas de 1720, La Paz es una de las últimas postas de estos parajes pequeños antes de llegar a la vecina San Luis, y ha sabido resguardar una sana combinación: no renuncia a sus aires de pueblo perdido en el tiempo, con calles de tierra y gente trasladándose a caballo y sulky. Pero a la par, cuenta con un gran desarrollo económico por su producción de hierbas y cítricos, que por variedad y cantidad la convierten en uno de los centros productores líderes en el país.