Dilemas de la generación Y
Nadie puede dudar que ser madre o padre nunca ha sido sencillo. ¿Pero ahora? Lógicas que se reacomodan a los tiempos de los millellials, auténticas y transformadoras unas… ¿cartón pintado otras?
Los roles de padre y madre guardan cierto anclaje natural, pero no es lo biológico lo que lo define sino su construcción de acuerdo a una época, un estrato social, las valoraciones y restricciones religiosas y culturales. Siempre ha sido así. ¿Y ahora? Antes que nada hay que aclarar que cuando hablamos de millennials lo hacemos pensando no en una unidad plenamente globalizada, sino más bien en sectores urbanos medios/medios altos, de países medianamente desarrollados. Porque hablar de ellos como categoría generacional apartando estas variables parecería un error.
Transición
Si bien no hay consenso sobre el inicio de la fecha, artículos y análisis sobre los millennials o generación Y, hablan de aquellos que han podido adaptarse fácilmente a los cambios de los últimos 20 años (hasta 30 dicen algunos), en los que se pasó por ejemplo del VHS al streaming, delteléfono fijo al móvil, del disquete a la nube. Se los menciona como “versátiles”, con tecnología omnipresente, y ponderando la flexibilidad laboral y la crianza equitativa. “Son impacientes, no retienen un trabajo por más de dos años, viven en las redes, no saben lo que es el esfuerzo, son unos niños mimados… Mucha tinta se ha derramado al juzgar a la generación millennial como si fuera un nuevo deporte”, señala Laura Marajofsky en un artículo del diario La Nación (Argentina) pre pandemia. “Sin embargo, a muchos el estereotipo no sólo no les queda, les resulta totalmente errado. Sucede que muchos de estos jóvenes adultos hoy ya son padres, y esa experiencia ha cambiado al ritmo de la cultura, la tecnología y las nuevas prioridades que la época ha impuesto, o mejor dicho, que ellos mismos han podido moldear. A diferencia de sus padres o abuelos, atados a la poca flexibilidad laboral y los roles estancos con respecto a la crianza y las tareas del hogar, hoy se replantean las reglas a la hora de criar a sus hijos”, afirma la analista en cultura y medios. Por supuesto, esta mirada pareciera estar puesta sobre aquellos sectores con necesidades básicas satisfechas. Por definición los millenials nacieron en un contexto de mayor igualdad de género que sus antecesores. Es para destacar que los reclamos feministas han avanzado en diversos ámbitos produciendo cambios concretos sobre todo en la inclusión de las mujeres en el mercado laboral, a la vez bajo otra lógica y dinámica social donde las herramientas informáticas y digitales lo han cambiado todo, y una de las ventajas de la pandemia (por rescatar algo positivo) ha sido la comprobación de que el mundo pudo funcionar con trabajos remotos a gran escala. ¿Pero en qué grado se habla de una tendencia más que de una realidad palpable? ¿Por qué está tan presente el reclamo feminista si la igualdad ya está tan instalada? ¿Si puertas adentro de muchas de estas familias prosperan los acuerdos que fomentan repartos de tareas, por qué eso no se concreta de igual modo en el mercado laboral? “La noción instalada del padre proveedor y la madre que permanece en la casa está cambiando, pero todavía hay rezagos.Es una meta, más que una realidad. Las nuevas formas de ejercer paternidad y maternidad tienen que ver con estar involucrados en tareas domésticas de limpieza y cocina, cuyo ejercicio siempre recae sobre las mujeres, y con intervenir en la crianza”, dice el sociólogo argentino Daniel García. “Estamos en un momento transicional entre viejos y nuevos perfiles. Asistimos a un hecho más evidente desde la salida de la mujer al mundo público y el aumento del divorcio, la llamada decadencia o declinación del padre, en la que el discurso social valida cada vez menos a la figura paterna y acepta cada vez más a la familia monoparental (formada casi siempre por la madre y sus hijxs)”, señala el español Luís Bonino Méndez, psiquiatra especializado en masculinidad y violencia de género, creador y coordinador del Centro de Estudios de la Condición Masculina de Madrid. Y advierte: “Aquél cuya función es preparar al niño (sobre todo varón) para lograr su capacitación, para ser el heredero de los logros paternos (patrimonio, oficio) que el niño sólo puede disfrutar en una edad posterior, y que espera de su hija que se empareje con otro varón que sea por lo menos como él. Aún deslegitimado, este padre existe. Su poder ha menguado, pero sigue mandando en muchas familias”. Bonino Méndez habla también de otras figuras paternas como la del padre ausente o el “padre patrón-educador” que “intenta que el hijo aprenda un oficio o trabajo y que al menos no descienda socialmente, y que la hija quede ´bien´ casada. Es complementario al modelo maternal de la madre abnegada moderna, resultado de la revolución industrial. Aún existe, es menos autoritario que el anterior, y actualmente se espera de él sobre todo la puesta de límites”. Los millenials no escapan a esa maraña de conceptos heredados y aún vigentes.
Variedad
Pero hay una innegable irrupción de nuevos estilos de paternidad que son correlativos al ejercicio de la maternidad y al ideal social de la igualdad de derechos y deberes entre mujeres y varones. Son muchos los testimonios de madres y abuelas, pero también de padres y abuelos que, pensándolo hoy, hubiesen preferido otra participación.En este sentido, el reacomodar los roles en la crianza permite repartir esfuerzos pero también logros, compartir sacrificios, pero también placeres. “No sólo para las mujeres el patriarcado ha significado postergación”, dicen en el portal chaqueñoproyectobohemia.com, donde un hombre de 70 años alega que fue gracias a sus nietos que comprobó “lo que se perdió” con sus hijos por avocarse exclusivamente al trabajo.Hoy muchos hombres tienen la oportunidad de ocupar espacios vedados por la tradición, y como señala Marajofsky, en una época de baja natalidad y con el retraso de los hitos tradicionales como el casamiento, el armado de una familia y la casa propia, la trayectoria de vida de muchos jóvenes adultos en sectores medios o medios altos se torna menos compulsiva, más deseante y con una nueva mirada sobre el tiempo. En ellos, el ser padres pareciera cada vez más una decisión y no tanto un mandato familiar-social. “Que una gran cantidad de jóvenes adultos formen parte de la economía freelanceposibilita una flexibilidad inaudita y una repartija en el cuidado de los niños que antes hubiera sido impensable”, dice la autora, aunque subraya en la línea de Bonino Méndez, que si el equilibrio laboral y familiar ya es casi “un chip con el que los jóvenes vienen, quizás a fuerza de haber experimentado lo contrario con sus propios padres, no deja de ser un fenómeno relativamente nuevo”. Para el sector medio urbano la emancipación de la mujer y una mayor conciencia de género están cambiando seriamente la manera de organizar el trabajo y el tiempo con los chicos. “Las exigencias laborales, por ejemplo, permiten a los varones posponer su cercanía a los hijos sin sentirse culpables ni acusados por ello. O que pueden sentir que son proveedores sin estar ni moral ni físicamente en la vida diaria. O no sentirse responsables de lxs hijxs de la juventud y sí serlo con los que han tenido con su segunda o tercera pareja”, explica el especialista sobre las “mutaciones” que han ido viviendo los varones en el tiempo. En ese sentido subraya algo clave: “Se eclipsa el padre occidental detentador del poder y el saber. El que sustenta su acción en la tradicional división sexual del poder, donde la relación padre-hijx se funda en un modelo donde el padre es la autoridad, el proveedor que brinda los recursos económicos y el transmisor del patrimonio genético, económico, de saberes y de los códigos de la masculinidad”. De este modo, surge, con matices, un padre al que la paternidad ya no da poder sino servicio, en una relación que se disfruta. “Presente, carnal, cotidiano, el padre cuidador transmite ternura, cuidados y enseñanza. No sólo se maneja en términos de autoridad, distancia y educación/límites, sino que existe también un aspecto afectivo-emocional, de disfrute mutuo. No opuesto a la madre, sino desde sí para el hijo (se esté o no en pareja con la madre)”, sintetiza Bonino Méndez. Pero ojo, para muchos especialistas la rutina de la crianza sigue estando en manos femeninas, y pasa a manos masculinas temporalmente cuando la mujer está exhausta, actuando el padre como relevo de emergencia: “La literatura sobre los nuevos padres ha publicitado que ya son una realidad. Sin embargo, no es así: las pocas y serias investigaciones realizadas sobre nuevas prácticas de la paternidad muestran que a la mayoría que se definen como ‘nuevos’ aún le falta un gran camino a recorrer…/ La son en realidad participativos-ayudantes y no tanto igualitarios. Usan tres veces menos tiempo que sus parejas en ocuparse de lxs hijxs, suelen aumentar el tiempo más que la calidad de la compañía, no se sienten totalmente obligados al trabajo de crianza y no sienten que abandonan a sus hijxs cuando salen a trabajar, reproche que a veces continúan haciendo cuando es su pareja la que lo hace. Se caracterizan por estar más que ocuparse, participar más que compartir, ayudar más que responsabilizarse, realizar algunas tareas más que ocuparse del trabajo material y emocional de la crianza”,sentencia Bonino Méndez
Por si fuese poco
La cosa no acaba allí. El terreno laboral y el mercado publicitario juegan su partido también. Organizado al modo masculino, el trabajo es un obstáculo conocido frente a la flexibilización y compatibilidad laboral-familiar en la mayoría de los países del mundo. Para los varones dispuestos al cambio, esto produce una nueva ansiedad: cómo resolver el dilema trabajo-familia sin descuidar ninguno de los dos ámbitos. La publicidad estratégicamente dirigida hace su parte, y no es de extrañar que en los canales infantiles los auspicios se repartan entre juguetería y elementos de limpieza hogareña con una mujer detrás. Entre ese modelo estanco y quienes han visto la veta de la igualdad como otro mercado posible se reparte la torta. Un estudio realizado por Saatchi & Saatchi NY en Estados Unidos, sostiene que el 74% de los padres millenials cree que los publicistas desconocen en sus piezas las dinámicas de la nueva familia moderna en la que los padres se involucran en el cuidado de los hijos y el hogar. En tanto, algunas marcas como Unilever’s Axe y Dove Men+Care, por el contrario, han sabido captar a este nuevo hombre.
Otra contradicción a la que se enfrenta esta generación es la omnipresencia de la tecnología en sus propias vidas y por ende, en la de sus hijxs. Al interior de cada familia el uso, control y restricción de las pantallas es otro tema complejísimo. Las redes y portales de consulta ofrecen una gran ayuda diaria para salir del paso frente a inconvenientes cotidianos, pero se torna una atracción reluciente como el oro para los niños que piden a gritos los teléfonos móviles y berrinchean si no se pone el video deseado. Así, en modo “prueba y error” como nunca antes, la crianza para esta nueva generación afronta la avasallante presencia de la tecnología envuelta en su propia paradoja: cómo allanar el camino a niñas y niños al nuevo mundo sin resignar momentos que no estén meramente a un clic de distancia.